Los hombres nos enfermamos de todas las enfermedades y será en relación a la construcción que hemos hecho de cada uno de nosotros en los contextos que vivimos, a su vez relacionada con la construcción social. Entonces nos tenemos que preguntar qué tipo de hombre soy y el o los precios que pago por eso. Si reprimo mis emociones y me exijo ser “el mejor” incluso violentando a quien se oponga a mis objetivos, entonces mis enfermedades serán las típicas: hombres que enfermamos de infartos, soberbios e individualistas o de hemorragias, rotos por dentro. Hombres que enfermamos de violencia auto ejercida o ejercida a otros hombres y mujeres, que aunque víctimas del patriarcado, jamás lo reconocemos. Hombres que por aguantar todo y “no necesitar de nadie” siempre llegamos tarde a la prevención con cuerpos cayéndose a pedazos. Hombres alcohólicos con hígados cirróticos o accidentados por demostrar hombría y poder. Hombres con próstatas crecidas por la exigencia de rendir o temor a ser descartados si envejecemos, cargando la responsabilidad del placer de la mujer o de complacerlas. Hombres castrados por nuestros padres violentos que queremos liberarnos del viejo yugo, o sexualmente reprimidos o con una sexualidad exacerbada que esconde nuestras carencias afectivas. Hombres cansados, enajenados, aislados, con enfermedad pulmonar por tabaquismo o hipertensión arterial porque no podemos afrontar y resolver los conflictos que tenemos.
Nuestras masculinidades y nuestros cuerpos reflejan así tal cual, las profundidades de nuestro ser, y nuestros síntomas suelen ser el maestro incómodo que pone los contextos para crecer y florecer en versiones que sirvan al mundo.
Los hombres enfermamos para sanar y así aprender a cuidar la vida. Nuestros cuerpos son ese espacio vital que nos puede maravillar, ese universo interno que palpita y con cada célula sostiene nuestra existencia.
Con mucho cariño, Dr. Gabriel Bertona
Guía Círculos de Hombres
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